A mí me asustaba más cuando estaba el “cupo Cadivi” y su población embriagada sin ver el secuestro de la República de Venezuela, que un día como hoy que queda expuesta la realidad, cruda y dura como siempre ha sido el chavismo, en el mejor de los casos, una estafa asesina antes de empezar; en caso más mediáticos como el de hoy, una masacre. A mí me asustaba más cuando eso no se veía.
 
A mí me asustaba más cuando veía la formación en serie de políticos jóvenes que agarraban hasta sin saberlo las costumbres populistas de los dinosaurios que se suponía que debían superar. Me asustaba más que se sintieran con el derecho y superioridad moral a la crítica.
 
A mí me asustaba más que se confundiera GN con GNB, opositor con “escuálido”, PN con PNB y que se usara en todo tipo de oposición existente, toda la neolengua del cartel criminal que secuestra a la República de Venezuela. Por cierto, me asustaba más que esto último pareciese inverosímil, como las acusaciones de fraude de toda elección anterior.
 
A mí me asustaba más el letargo, el supositorio de Flores de Bach con caramelo y lexotanil de ideológicos y afines, con lo que significó permanecer impávidos, tanto en Venezuela como en el exterior, de lo que ha significado el genocidio venezolano. También me asustaba más el deseo de aprobación de los nuevos formados por la academia en política, que temerosos de no decirlo antes que nadie, se quedaron callados mucho tiempo antes de decir “DICTADURA” a algo que era evidente para tantos, así no tuviesen el criterio para definir los pormenores y su significado en esta versión contemporánea. Ni hablar de un genocidio por falta planificada de medicinas y alimentos.
 
A mí me asustaba mucho más que se considerase normal ser “empresario” solo por registrar una compañía con el mismo abogado al que había que depositarle en Panamá el “cometa” de 10-15% del contrato con el gobierno que él y sus cómplices conseguirían. Y otros porcentajes a otras cuentas similares, en cadenas que variaban en mayor y menor grado, dependiendo del negocio. Me asustaba más que se consideraba a eso ser socio de un negocio. Me asustaba mucho más que el venezolano aplaudiese ese acto con aspiracionalidad, con el deseo de poder llegar a lograr traer un container vacío de medicinas, pagarle 10% a alguien para meter dos containers de carne de Nicaragua en el Bicentenario.
 
A mí me aterraba mucho más que hasta hace nada, este era un país “polarizado”, en donde muchos realmente creían que usando el nombre de un funcionario como adjetivo calificativo, podían tener un acercamiento horizontal con una sociedad de iguales y esconder sus carencias emocionales por falta de una figura paterna, defendiéndolo con fanatismo.
 
A mí me daba mucho más miedo ver la frontera social de ciertos trabajos, que hoy el graduado emigrante tiene que hacer para tomarse un selfie con la dignidad del logro.
 
A mí me daba mucho más miedo ver como el modelo aspiracional del niño venezolano pasaba de ser el beisbolista y la Miss al pran y la vedette.
 
A mí me daba mucho más miedo, que la sociedad considerase que el que iba a prisión “debía estar ahí por algo y que le pase lo peor por criminal”. Que el que hoy emigró le dijese al que antes que él había emigrado que era un hdp si opinaba en Venezuela “que tenía que estar aquí echándole bola”.
 
A mí me asustaba más que hace poco tiempo, políticos se ofendieran porque se les dijese que “en Noruega al maestro de escuela se le daba el estatus del político de aquí y allá se les daba el estatus del maestro de acá”.
 
Ahora,
 
Que pasaron los síntomas de abstinencia del “Cupo Cadivi – SICAD – SICAD I -SICAD II – SIMADI” etc.
 
Que Chávez se murió y no volverá jamás.
 
Que el político joven entiende que tiene críticas como ninguna generación previa las tuvo.
 
Que el populismo tiene un costo y es la miseria que está viviendo el país, donde la aspiración para la gran mayoría es apenas comer.
 
Que entendemos que los militares no deben votar ni tener participación política jamás.
 
Que el policía debe ser bien remunerado y educado y auditado, porque se sabe que puede secuestrar a todo un país de gente valiosa.
 
Que entendemos que la mejor arma de estos criminales han sido las palabras.
 
Que se experimentó otro fracaso al tratar de aplicar la utopía socialista.
 
Que las cosas hay que llamarlas por su nombre, a tiempo. Independientemente de la aprobación o no de un tercero.
 
Que ser empresario hoy se parece a Elon Musk y afines que creen valor para la sociedad y esta les compense con utilidades, no a mal graduados del Instituto Cumbres que roban, porque la corrupción mata.
 
Que sabes que aplaudir/admirar a quien te roba porque pasa en una camioneta blanca blindada y va a una fiesta, te lleva a un yate o te exhibe un caballo, te hace un güevón mitológico. Un miserable digno de sufrir cada robo que al que admiras por lo que se te robó, y todo crimen que perpetra para aumentar sus admiradores.
 
Que sabes que la libertad no es gratis y que nunca lo ha sido. Que es sinónimo perfecto de “responsabilidad” y que tenemos de sobra personas que entienden esto y responden en la calle y en donde estén para recuperarla. Todo lo contrario al mesianismo.
 
Que limpias mesas, aseas personas mayores, baños y centros comerciales y entendemos que son profesiones dignas.
 
Que sabes que el niño pasó de querer ser pran a querer ser escudero, prócer o Libertador. Pero sobre todo, que lo fue, antes de morir como héroe por un bien mayor que estaba dispuesto a dejar a los demás.
 
Que lo normal es que el inocente y ciudadano de bien esté en las peores cárceles.
 
Que emigraste y te llenas de impotencia al ver la otra cara de la moneda que criticabas. Que te diste cuenta que la venezolanidad no tiene que ver con la localización geográfica.
 
Que sabemos que hay una generación de políticos en desarrollo que entienden más que nadie que la única receta para que esto no ocurra de nuevo se llama “Institucionalidad” y no la idolatría bananera latinoamericana que gozaban los políticos hasta ahora.
 
Ahora, que todo esto se aprendió, toca agradecer lo aprendido, crecerse y ganar la partida.
 
Venezuela es más libre de lo que una mentira ya descubierta en una noche sin baranda pudo dejar como impresión. Y no me extraña que, de nuevo, libere a más gente. Tampoco, que deje la otrora hazaña del Libertador pequeña, en la magnitud de lo que significa tantos venezolanos despertando en tantos lugares, bajo una misma identidad cívica en un mundo lleno de desafíos.
 
Con el dolor de la masacre, pero con el respiro que me da saber que ahora sí se sinceró la partida, que somos protagonistas de lo que queremos construir, que los ciudadanos de cambio somos más de 90% y contando, así lo digan al revés, duermo al menos más confiado sabiendo que todas estas miserias llegan a su fin.